Queridos amigos y amigas,
mamá, papá, hermanitas y en general a todos los que les tocó vivir un poco de
mi tusa, esta carta sin enviar, es para ustedes.
Con una gran sonrisa en
mi rostro, con el corazón reparado y con muchísimas ganas de empezar de nuevo
con mi proyecto, les escribo esta carta, para contarles algo importante.
Han pasado 11 meses desde
el momento en el que comenzaron los problemas, las lágrimas, el dolor profundo
en el alma y todas aquellas cosas que ya ni vale recordar. Los primeros días
desmentí las canciones ¿De amor no se muere? ¿No hay mal que dure cien años?,
mi corazón no sentía eso, no podía creerles las palabras cuando un amor me tenía
vuelta pedazos.
Creo que solo Arjona me podría entender. Desde
ese momento amo más que nunca a mis amigas, porque no cualquiera me aguantaba
el llanto, los gritos desgarrados, los impulsos locos, las ganas de tomar
alguito desde el miércoles hasta el domingo, los guayabos morales por haberlo
buscado y una celosa loca que pasó los estándares normales. No entiendo todavía
como sigo teniendo a mis amigas.
Por otra parte, tengo que
confesar que estuve por pensar que mi mamá sufrió más que yo; bueno, por lo
menos sí lo hizo parejo conmigo, pero gracias a Dios supo parar antes que yo,
además supo pararme a mí. Mi papá, como siempre, era el único capaz de hacerme
reír, con él pasaba del llanto a una carcajada en un minuto; confirmado, tiene
un don especial.
Para ese tiempo comencé
con el blog y bueeeeno, esto sí que me sirvió. Hasta que llegó el tiempo de
sentirse mejor, cada día avanzaba hacía la aceptación de todo, cada día
olvidaba un poquito o por lo menos así lo creía. Pasaron más meses inestables,
por así decirlo, porque a veces estaba muy bien y de repente me ponía de
stalker a buscarlo y eso siempre termina mal.
Cuando creía que todo
había pasado, cuando estaba “tranquila”: apareció de nuevo en mi vida, confundiendo cada “certeza” que
parecía tener y confirmando que, aunque escribiera de olvido, aunque alardeara
no quererlo, aunque hubieran pasado siete meses: todo mi amor estaba vivo. Y en
una de esas maromas tramposas en las que decimos “todo siguió bien” pero por
dentro estamos vueltas ocho, pude continuar mi vida entre lo normal, entiéndase
normal como… ya no salían lagrimas por él aunque doliera.
Y como somos pendejamente
arriesgadas a veces, ok lo digo por mí, un día de tantos volvimos a hablar en
el plan de ser amigos. Eramos los mismos, hablábamos como en los mejores
momentos de la relación, a veces se nos escapaban besitos, uno que otro te amo,
miradas y sonrisas pícaras en las que nos decíamos todo. Pero ese tiempo juntos
no duró mucho, llegaron las vacaciones y la hora de alejarnos, por lo menos
físicamente, porque los mensajes no cesaban, ni los detallitos, ni los te amo,
ni nada, seguíamos siendo los mismos. No puedo negarlo, pasó tanto tiempo así,
que no veía la hora de volver a verlo para darle una nueva oportunidad,. Sí
señores, no leyeron mal, yo lo amo tanto que creí volver con él, o algo peor,
volví a creer en él.
Efectivamente, luego de
meses hablando volvimos a vernos, y ¿qué creen? Todo fue un fiasco, ni nos
mirábamos, los dos en el celular, los dos distraídos. Yo estaba a la espera de
que demostrara todas aquellas palabras que me hacían llorar de la emoción, de
lo lindas, de lo “sinceras”, pero me quedé esperando, porque él, nada. Nada.
Nada. Se fue de mi casa y cuando cerró la puerta, respiré, suspiré, cerré los
ojos y volví a respirar.
Yo lo sabía él se había
ido, había cerrado la puerta a nuestro segundo y último intento, porque una
tercera oportunidad me parece exagerada, con la segunda uno sabe si todo es
igual o no y esta vez me tocó aceptar que: por más ganas o amor que exista, a
veces las cosas no pueden ser como antes y las oportunidades se vuelven
amenazas al corazón.
No quería volver este
post de mi regreso una historia personal, sin embargo se me hace imposible explicarles
lo que escribiré sin conocer un poco lo que antecedió.
Desde aquella noche en la
que él se fue, no volví a saber de su vida, no digo que ya no lo quiero, no
digo que si un día necesita de mí no le ayudaría, no digo nada que sé que no
voy a cumplir, pero sí hay algo de lo que quedé muy segura. Él no es el hombre
que quiero que acompañe mis días, él ya no es ese hombre. Él ya no es mi
prototipo, él ya no me atrae, él ya no me enamora.
Entonces como ya tengo
claro lo anterior me he dado cuenta de mi error todo este tiempo, tomen nota
niñas, pasaron en frente mío cantidad de oportunidades con nuevas personas,
hombres que parecían tener buenas intenciones, todas las cualidades, pero que
por simple miedo “nunca llenaron mis expectativas”. ¿Ya saben de lo que les
hablo? Sí, yo estaba esperando que alguno de los nuevos fuera tal cual como él,
me hiciera reír como él, me tratara como él, etc.
No pude estar más
equivocada, me hacía falta detenerme, evaluarme, evaluarlo, evaluar lo que
fuimos y darme cuenta que no es lo que necesita mi vida, porque él hace rato
dejó de ser mi novio, él es mi ex y eso ya cambia la condición, porque cuando
pasó a ser “EX” cambió todo.
Ahora, la noticia es que
hoy, después de once meses tratando de entender una relación, a una persona,
pude entenderme a mí misma, pude descubrirme y puedo decirles: La pesadilla de
hadas a la que tanto me aferraba, terminó. Estoy preparada para conocer
personas, sin anteponerles condiciones que traían marcadas gracias a él. Hoy
estoy dispuesta a ver con otros ojos nuevas aventuras, nuevas emociones, nuevos
amores.
Claro que le doy gracias
a él, de no ser por su actitud por fin sincera, aquella última noche que nos
vimos, seguiría creyendo en algo que no es. A Gabriel Rolón (autor del libro Encuentros), a Jhoanna Eduawrs (autora
del libro Corta por lo Sano) y su personaje Dani Myers, a Meg Cabot (autora de
¿Ellos tienen corazón?) por darle vida a la inocente Jane Harris, a Marck Levy;
todos ellos con sus locas historias de amor, me hicieron entender que no soy la
única, ni la última que ama y termina sufriendo, pero que al final sale
victoriosa de la gran batalla “tusa”.
Luego de una experiencia
como esta, de meses tormentosos y al fin al cabo sin vida propia, quedan ganas
de descansar y dedicarse a uno, a todo aquello que trae consigo felicidad de la
verdadera. Por ahora, espero que les sirva esta carta, así sea para hacer
catarsis con mi historia o para dedicársela a los que les ayudaron a salir de
la tusa.
PD: espero que mi ex no
se ponga de curioso en correspondencias ajenas y me pase lo que le pasó a Elvi
(de Susana y Elvira), que él me termine odiando por publicar esto.